domingo, marzo 30

Poesía en la primera infancia - María Elena Walsh - Parte 1

La poesía está rodeada de muchos prejuicios. El niño se enfrenta con ellos velada o directamente desde el ámbito familiar. Poesía o versificación suelen considerarse una blandura, un afeminamiento, un arcaismo. Los argentinos cultivamos el pudor de los sentimientos y el culto a la sensatez. Lógico es que ahuyentemos una forma de expresión que incluye el desenfreno de la fantasía y el desorden del afecto. Además, de esa soterrada guerrilla familiar, hay otra guerra declarada contra la poesía y es la que libra denodadamente la escuela primaria, dedicando notables esfuerzos a destruir el instinto poético del niño.
Al Jardín de Infantes correspondería, en primer término, suplir la carencia sufrida en el hogar y prevenir la epidemia de sensato prosaísmo desatada en la escuela. El Jardín recibe a los niños en la edad en que parecen más libres y dispuestos a aceptar y asimilar un sentimiento poético de la vida. Para no destruirlo, sería importante que el maestro desterrara de su mente el prejuicio de que la poesía es útil, aplicable o alusiva a temas escolares. La poesía no alude más que a sí misma, sopla desde donde quiere y es preferible que no forme parte del temario sino del recreo, que se integre más en el juego que en la instrucción. Existe otro factor muy importante: la convicción y el contenido afectivo con el que el maestro ofrezca la poesía a los niños. Justamente, al estar desesperados los maestros por encontrar versos alusivos a temas dados, los transmiten y enseñan sin convicción. Descartan el gusto y el placer y los reemplazan por la obligatoriedad. Ustedes no desconocerán teorías de pediatras modernos que dan un enorme valor no ya al alimento que la madre proporciona al niño, sino al como se lo da. Creo que lo mismo sucede con un alimento puramente espiritual. La maestra tiene que estar convencida de que el «Arroz con leche», pongamos por caso, es una hermosa canción, para transmitir. Si siente en cambio que tal "versito" es un bodrio pero alusivo a un tema establecido, va a transmitir su secreto disgusto al niño. Esto nos lleva a encarar otro problema: la formación literaria del maestro, que a su vez está desorientado por el mal gusto que puede haberle sido inculcado desde sus propios estudios primarios. El maestro, como todos, tiene que encontrar su camino, un poco a tientas, buscando materiales que le produzcan placer, comparándolos con las grandes obras, formando su pequeña porción de cultura desvinculada de utilitarismo didáctico. El maestro puede haber descuidado la formación de su propio gusto estético, no tener noción clara de los valores, cosa que no es pecado irreparable mientras se sienta realmente deseoso de superarlo. No es fácil que el maestro tenga un concepto más o menos acertado de la verdad poética -y la limito aquí como es lógico a la poesía para niños. Tendríamos que recapacitar un poco sobre el lugar que ocupa la poesía en nuestra sociedad. No volemos tan alto como para hablar de Poesía, refirámonos simplemente al juego de la versificación y la imaginación, ese que existe de manera tan espontánea en las comunidades campesinas de algunos países, por ejemplo. entre nosotros, y en especial en las ciudades, la poesía está confinada, de manera inmediata y naturalmente tristísima, a ciertas formas de la propaganda. Pensemos que nuestros niños, desprovistos de abuelas tradicionales o nodrizas memoriosas, lo primero que oyen y aprenden son los "jingles" publicitarios. De lo que se deduce que una de las actuales nodrizas del niño es la televisión y que de ella absorbe las más precarias formas de versificación, música y atropello de la sintaxis. Una seudopoesía destinada a no despertar sus sentimientos y su imaginación, sino a moldearlo como consumidor ciego de un orden social que hace y hará todo lo posible por estupidizarlo. Solicitado por los "jingles" o los malos versos didácticos, el niño no tiene más camino que el que abran con segura mano sus maestras del Jardín de Infantes. Me parece necesario insistir en que la función primordial de la poesía para los niños en edad preescolar es proporcionar placer, alegría, ser en definitiva una modesta forma de felicidad. 
Quizás los elementos humorísticos nos permitan competir contra los grandes atractivos que ofrecen los medios masivos de difusión. ¡Cómo puede competir una humilde cancioncita contra los tremendos atractivos de Batman! Solo lo cómico, lo humorístico, estaba hasta hace muy poco tiempo desterrado de nuestra enseñanza, como elemento al parecer pecaminoso. Sin embargo, nada más "pecaminoso" que la tristeza, esa tristeza que hemos querido inculcar a nuestros chicos a través de una vasta y mediocre producción poética llena de lúgubres resonancias. Otro problema que enfrentamos al referirnos a la poesía apta para niños es el de la claridad y la oscuridad. Estos valores son relativos y quizás no debemos juzgarlos como adultos. Creo que el niño ama especialmente lo que no entiende. Hace poco que aprendió a hablar, y se supone que no solo aprendió para expresar sentimientos y sobre todo necesidades, sino que también aprendió a hablar por hablar, a enamorarse muy temprano del simple sonido de las palabras y de sus posibilidades de juego. Es la misma edad de los pueblos primitivos, que usan la palabra con un sentido mágico o como conjuro. Seleccionar los versos en la medida en que sean absolutamente comprensibles es un acto insensato. La poesía primitiva -del niño o de los pueblos- está siempre llena de sonsonetes, de estribillos, de onomatopeyas y sonidos incomprensibles. Claro es que estos juegos verbales difícilmente pueden ser improvisados. Si no provienen del folclor o de un auténtico poeta pueden caer en la más obvia noñería. En el folclor, los juegos verbales han sido aprobados y decantados por la sabiduría de generaciones. Y un auténtico poeta puede recrearlos o inventar otros también, gracias a su prolongado uso del idioma. Creo que todos los sonsonetes tradicionales, el repertorio de refranes y cantinelas folclóricas siguen teniendo una vigencia y un sentido profundo que el Jardín de Infantes debe preservar. Muchas veces me han formulado preguntas acerca del disparate, como si el disparate fuera una novedad. El juego silábico sin sentido que en español llamamos jitanjáfora, es viejo de toda vejez. Las situaciones y personajes disparatados, siempre existieron en la tradición de los pueblos. Claro que el disparate fabricado a la fuerza puede ser tan peligroso y descaminado como la poesía forzadamente didáctica. El llamado "disparate", cuando proviene del folclor o de un poeta, es un elemento de doble fondo, actúan sobre él, de manera casi mágica, influencias subconscientes que le dan una lógica implacable, como son implacables las leyes lógicas de la más disparatada imaginación infantil. Por estas razones es difícil pensar en una poesía absolutamente comprensible y aun calificarla para las distintas edades. Si indagamos en el sentido de los versos "arroz con leche / me quiero casar", veremos que están aparentemente desconectados de toda lógica. Sin embargo, es probable que sedimenten residuos de viejas tradiciones, de costumbres que desconocemos. Por ejemplo: la práctica de arrojar arroz sobre los recién casados. De todas maneras, es improbable que un niño de cuatro años se interrogue sobre el correcto significado de una canción cuyos elementos, por separado, le son familiares. 
Hasta ahora, toda auténtica poesía destinada a los niños es formalmente perfecta. Son perfectas las canciones folclóricas que hemos heredado, son perfectas las que crearon los poetas. En el Jardín de Infantes, sin embargo, se improvisa mucha poesía, defectuosa, asesina de la sintaxis, abarrotada de diminutivos y pobres rimas hechas de verbos en infinitivo. El poeta es el único capaz de versificar para los niños, y no por elegido sino por artesano. Supera al lego bien intencionado en la misma medida en que un ebanista supera a un lego en la confección de un mueble. Por eso, insisto en que la poesía para el Jardín de Infantes debe rescatarse del folclor o de la obra de los auténticos poetas, aún de fragmentos que no hayan sido creados especialmente para niños. La poesía destinada al niño en edad preescolar pertenece al reino de la imaginación y del juego más que de la didáctica. Es evidente que el reino de la imaginación no tiene fronteras, que los personajes poéticos son naturales de cualquier país y por lo tanto muchas veces son importados. Pero creo que es importante acercar al niño a su realidad cotidiana e impregnarlo de conocimientos vinculados al acervo de su propio país. Esta puede ser la base sólida sobre la cual inculcar sentimientos patrióticos y no patrioteros. Esto parece obvio y, sin embargo, no lo es. Solemos estar muy desvinculados de nosotros mismos. He visto como en el interior del país maestros sumamente equivocados querían sustraer al niño de las canciones y los giros idiomáticos regionales heredados y reemplazarlos por otros falsamente "culturales".

1 comentario:

  1. Gracias por leer a la gran maestra. "Caminante no hay camino, se hace camino al andar: golpe a golpe, verso a verso"

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