Sobre una roca muy lisa
como un tenaz tobogán
puse mis pies bien juntitos
y me lancé sobre el mar.
Vi un gran pez multicolor
cuando caí sobre el agua
quien estiró hacia mi pelo
sus dos aletas de magia.
Envuelto en un remolino
no supe lo que ocurrió,
pero en un bello delfín
el pez mago me convirtió.
Salté por violentas olas,
luciendo muy plateado.
Pero en los veraneantes
lancé mil rayos dorados.
El pez mago se reía
al ver mi gran entusiasmo;
pues, yo fui un simple niño
y ahora un pez encantado.
Buceamos el océano
y arrecifes de coral:
habían colores intensos
como un bello carnaval.
La lenta estrella de mar
estiraba sus tentáculos
azules como bengalas:
¡Un colorido espectáculo!
Erizos de mar filudos
y las tortugas sagaces,
cruzaban el fondo marino
sin ningún rumbo ni viaje.
Subí hasta la superficie
y ya era el atardecer
y aquel pez mago me dijo
que ya era hora de volver.
Unas medusas radiantes
rodearon mi cintura
y en un azul remolino
recobré mi compostura.
El pez mago, al fin, se fue
con la caída del sol
y al regresar por la arena
le guardé en mi corazón.
De, El verano aventurero, 2012
Rebeca Henríquez, poeta salvadoreña
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