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El taller
En la punta nevada
de una colina que hemos olvidado
y que antes fue llamada
la colina encantada
hay un taller mecánico encantado.
Un mecánico rojo,
otro verde, un naranja, otro morado,
uno cara de piojo
que mira de reojo
un enorme camión destartalado.
Todos llegan temprano
el taller con el sol abre sus puertas
un cocinero enano
con el cabello cano
recibe los pedido y hace cuentas.
Lo que ahí se fabrica
es algo que quizá ya nadie entiende:
un cielo, una canica,
una estrella infinita
que con solo mirarla ya se enciende
o el amarillo hermoso
que en el otoño enciende cada hoja
o el rugido de un oso
tan fiero y horroroso
y una botella de agua que no moja.
También hacen pasteles
tan grandes que parecen un planeta
y rieles y más rieles
con luminosos trenes
que silban como suena una trompeta.
Y trompetas, trombones,
que imitan el sonido de los mares,
y mecánicos leones
que se saben canciones
donde se habla de sitios ancestrales.
Pelucas de sirenas
o lentes para ver a los fantasmas
o empanadas rellenas
de risa de las hienas
que uno puede comerse en las mañanas:
y sirven todo un día
quien se las come ríe como un loco.
También venden la guía
de la ciudad sombría
donde vive la reina y el rey moco:
Todo ahí es color verde
un feo color verde y pegajoso.
Ese taller convierte
lo que ni puede verse
en un regalo hermoso y asombroso.
El taller fabuloso
que queda en la colina ya olvidada.
Justo ahí donde el oso
enorme y poderoso
cuando se duerme sueña con un hada.
Esa región nevada
que a veces sospechamos en los sueños
y vemos sin ver nada.
La colina encantada...
esa que sin saber somos sus dueños.
*
El circo
Un trapecista vuela por los aires
y es asombroso: nada lo sostiene,
ni una cuerda, una red, es fabuloso:
todos lo ven volar, nadie lo cree...
Y sigue el circo, sigue su espectáculo:
pasan tres magos ciegos y convierten
una nutria en conejo y el conejo
en cien payasos con calzones verdes,
con los payasos llega un domador
con sus fieros leones inclementes.
Un oso gordo y blanco, dos jirafas,
también un leopardo de las nieves:
sobre enormes pelotas se pasean,
todos los ven pasear, nadie lo cree.
El circo es una carpa azul y enorme
adonde lo irreal, real se vuelve.
Cuando se abre el telón surge otro mundo
y lo que es imposible ahí sucede:
gigantes, osos blancos, niñas púrpuras,
un enano que canta mientras duerme
y una mujer que hechiza una libélula
y la convierte en joya de su frente.
El circo con sus miles de elefantes
se iba lunes, volvía cada viernes.
Su espectáculo siempre era distinto:
lo que cuento que vi, nadie lo cree.
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El río
Por los bosques más ancianos
y por los valles más nuevos
el río corre que corre
mitad plata y mitad cielo.
Viene de un país del sur
y va hacia un país del norte...
El río canta que canta
de la mañana a la noche.
En su orilla, los lagartos,
toman el sol de la tarde.
Los hipopótamos flotan
junto a los juncos que nacen.
Para beber agua dulce
se reúnen los venados
y beben todos muy juntos
hasta quedarse saciados.
Por selvas y por estepas
se encoge el río y estira.
En la costa siempre es tibio
y en la montaña se enfría.
Por ciudades, bajo puentes,
el río vaga que vaga,
mientras le cuenta a quien quiera
qué mira por donde pasa:
bellos países reinados
por leones y elefantes,
y reyes que visten capas
y pulseras y turbantes,
también cuenta de pueblitos
que duermen de cerro en cerro
donde los niños desnudos
bañan en él a sus perros.
Y habla que habla que habla el río,
sigue y sigue, no se calla,
en la noche, a las estrellas,
les habla de la mañana,
y al arco iris le cuenta
de las noches estrelladas,
de la ciudad a la selva,
y a la ciudad, de las playas
y a las playas de la selva,
no queda sin contar nada.
Cuando llega al mar, al mar,
le cuenta de las montañas.
Así el río río río
ríe que ríe y que corre.
En él se bañan los niños
pero también los leones.
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The magic kingdom, Michael Fishel |
De Los otros mundos, 2010